El brillo frívolo y mágico de un vaso de vidrio medio
vacío: nostalgia. Un ejército de cigarrillos comprometidos con el exterminio de
una raza. Desaparecido en combate, solo sé que aquel hombre del banco perdió
antes la cabeza que el sombrero.
Me levanté con un dolor agudo en el cerebro y sin
dinero en la cartera. “Terminará por matarnos este extraordinario apego a la
vida”, pensé mientras comíamos unas tostaditas bajo el Sol de un nuevo día. Qué
sencillo es en ocasiones buscarle las cosquillas a la desgracia.
Vaya desastre: prendió la mecha del cóctel molotov en
medio del jardín. A veces cuesta mirarse al espejo y no romper a llorar. Pero
ya lo dijo Benedetti, los débiles de veras nunca se rinden. Al mirarte olvidé
mi larga espera, y todo el universo convergió en dos puntos: qué ojos. Me
habían salido llagas de tanto reír. A tu lado ese día fui patrimonio de la
humanidad.
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