1 de noviembre de 2015

Crónica vespertina

Los gorriones engordan su barriga con las migajas de pereza y bravas que engullen del suelo. Las mesas están cubriéndose con gotitas de lluvia. Una mancha negra invade el cielo. Dos tercios. Y esa farola emite la misma luz que un corazón regocijándose en los recuerdos de su infancia.

Una morena con pompitas de agua en el pelo recorre la acera agazapada dentro de un abrigo rojo. El servilletero reposa mojado. Y esta nostalgia discreta extiende un polvo húmedo sobre mis párpados para cegar mi vista al frente.

Me entretengo en contemplar el mundo en su fase líquida, pensando que, en un paisaje donde todo es tan susceptible de ser sustituido, la búsqueda de lo esencial es un desafío.