Los
gorriones engordan su barriga con las migajas de pereza y bravas que engullen
del suelo. Las mesas están cubriéndose con gotitas de lluvia. Una mancha negra
invade el cielo. Dos tercios. Y esa farola emite la misma luz que un corazón regocijándose
en los recuerdos de su infancia.
Una
morena con pompitas de agua en el pelo recorre la acera agazapada dentro de un
abrigo rojo. El servilletero reposa mojado. Y esta nostalgia discreta extiende un
polvo húmedo sobre mis párpados para cegar mi vista al frente.
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