Arrimas
un poco más el hombro, vuelves a sentir un vértigo letal al mirar hacia atrás.
Tus versos reposan en losas, entre sus grietas han brotado flores aderezadas
con soles y lágrimas. Rozas el filo con la yema del dedo. Las gotas arrastran
su delicado volumen por el cristal, capturan un destello, arrojan estrellas
fugaces.
Continúas tirando de ese diminuto hilo de esperanza que pende y te agarra,
aquel que levita en paisajes donde creíste acercarte a la esencia. Su aroma
huye tras una cola de viento, lo persigues como un náufrago su tabla de
salvación.
La soledad y el miedo son manchas que sólo se quitan con un buen chorro de
lejía sobre el corazón. Cae la tarde, suspiras y exhalas los últimos ramilletes
de polvo que brotan del pulmón. Andas más cerca, no estás seguro, pero estás
más cerca.
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