En cada parpadeo me despierto, y otra vez. A veces quisiera afeitarme la cabeza para que el viento dejara de despeinar mis ideas. Me pregunto si ya solo es exceso lo que me confiere equilibrio, o me sucede al revés. Quise contarte mi pobre filosofía de manos vacías y pies descalzos...; ya ves. Tal vez aún no se me ha pasado el arroz, pero se ha enfriado mi café. Volveré a decirte, mañana quizá. Nunca supe ver más allá: mi última decisión siempre fue echarme a perder.
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