Ahora que
el clavo abrasa, y esta cabra no sabe a qué monte tirar. Ahora que mastico el
alambrado y arranco astillas de mis párpados en vez de flores. Ahora que esta
lágrima vierte barro húmedo en mis sueños, y mi sollozo es solo una colilla más
en el cenicero.
Ahora
recorro los valles descalzo, sin prisa y con poco aliento. Ahora increpo a los
magníficos cronistas del desperfecto ajeno: escuchad el sonajero de mi tripa –les
canto–, es el aleteo torpe de las últimas mariposas de este prado.
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