El cielo está nublado y este corazón también. Un océano de tres centímetros cuelga del amuleto del coche. Su tintineo marca el ritmo de mi delicada forma de pensar en ti. Algunos papeles esparcidos por la guantera esconden las historias que nunca me atreví contar. Tras el cristal, un mundo que desconozco gira. Y, mientras mi cerebro sangra por las punzadas de aguja de mis limitaciones, unos tímidos rayos solares están iluminando el horizonte que tengo ante mí, tras el volante.
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