24 de febrero de 2014

Búsqueda y niebla

Fui un superviviente
acorazado tras la persiana.
Tiré mi ropa por la ventana
y me tumbé en el césped.
El Sol me tostaba la cara,
así que me di la vuelta, y estrellé
mi nariz contra la hierba.

Dormí unas horas y desperté
con el último haz de luz dorada.
Conjugué en un leve suspiro
un millón de ráfagas huracanadas.
Me levanté con el pulso inerte,
y la necesidad de echar un trago
urgente de agua.

Di cuatro pasos y me desmayé.
Recuerdo que en el instante previo
me sentía excesivamente contento.

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