El tiempo pasa a una velocidad de vértigo, y los días se solapan ya unos con otros. Tal vez sea el momento de frenar el ritmo. Y qué más da sufrir, si mantengo mi criterio y tengo una libreta y un lápiz. Quizá esté loco al sugerir que podría morirme aquí mismo, en la acera con mis brazos extendidos, feliz.
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