16 de marzo de 2014

¡Qué resaca tan dulce!

Paseo de madrugada y piso una colilla en la acera agrietada. Inevitable desgaste y paso del tiempo. Reconozco mi reflejo en los cristales rotos del suelo. Golpeo una piedra y me revuelvo contra el resto: absurda filosofía de parecerse a lo que no somos; absurda búsqueda de recreo en lo que no nos gusta. Bendita libertad de practicar el ejercicio sencillo de mi existencia, y compartida con otros.

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